EL
MUNDO
9 septiembre
2021
Salud
intestinal: ¡escucha a tu barriga y cuídate desde dentro!
Desde tiempos inmemoriales, los médicos
han considerado el intestino como el órgano más importante. Hoy en día, la
ciencia lo confirma. Microflora intestinal, microbiota, microbioma... forman parte de la terminología intestinal
del "dominio público", y ya no nos son palabras tan ajenas. Pero,
¿sabemos qué son en realidad? ¡Te lo explicamos en detalle!
La salud intestinal cobra cada vez más importancia. La
ciencia avanza y los nuevos descubrimientos sobre los entresijos de nuestras
tripas están dotando al intestino del protagonismo que merece.
El cerebro es el órgano que rige las funciones del cuerpo
humano. Gracias a él, pensamos, experimentamos sensaciones, miedos y emociones,
y decidimos cómo movernos y actuar. El resto de los órganos parecen estar a su
servicio: los pulmones oxigenan la sangre, el corazón la bombea, los músculos
obedecen sus órdenes y los órganos de los sentidos transmiten al cerebro la
información que después “interpreta”.
¿Y el intestino? ¿Qué consideración puede merecer una
especie de tubo que sirve para asimilar lo que el hígado procesa y para
eliminar los deshechos? Precisamente, el intestino, lejos de ser un órgano
humilde, tiene el privilegio de ser uno de los que tiene una
relación más estrecha con el cerebro.
El suyo es un diálogo continuo, a través de una espesa red
neuronal (más de 1000 millones), hasta el punto de que incluso nuestras
emociones se convierten en una “cuestión de tripas”.
Se trata de una pareja tan bien avenida que, actualmente,
los científicos coinciden en considerar al intestino como un “segundo
cerebro”, capaz de determinar y orquestar nuestro bienestar general. Por
lo tanto, máximo respeto y cuidado, a través de los alimentos que comemos y,
sobre todo, teniendo un cuidado especial con los niños.
Barriga y cabeza: los pilares del yo
Si el intestino se limitase a asimilar los nutrientes y a
expulsar los residuos del cuerpo, no se entendería cómo es que está dotado de
una red de neuronas tan amplia. Ningún otro órgano tiene esta característica, y
esto hace que el vínculo entre el intestino y el cerebro también sea
determinante para los primeros pasos de la persona en la construcción del yo.
El intestino produce una cuarentena de sustancias como
hormonas y neurotransmisores, y se encuentra entre los mediadores de los
estímulos que desencadenan la sensación de hambre: de niños, envía señales al
cerebro y el bebé llora, del mismo modo que grita si come algo que el hincha la
tripita o si sufre cólicos. ¿Por qué los masajes que se efectúan en la
barriguita del bebé son los que más le tranquilizan? Muy fácil: vehiculan
sensaciones positivas y tranquilizadoras desde el mundo exterior.
La relación entre el intestino y el cerebro se refuerza con
el crecimiento. ¿Por qué, antes de un examen, sentimos nervios en la barriga?
¿Y por qué una de las primeras señales de estrés es, precisamente, la
irregularidad de las funciones intestinales?
Qué es la microflora intestinal
A nivel de la mucosa del intestino, existen millones de
bacterias que constituyen la “microflora intestinal”, y que son
fundamentales para el bienestar. ¿Cómo entenderlo mejor?
·
Podríamos decir que nosotros somos el “planeta”
en el que vive una población de microorganismos, cuyo comportamiento es
determinante para la salud.
·
El intestino está habitado por bacterias
“buenas” que nos ayudan: constituyen una barrera para los gérmenes
nocivos, participan en las funciones digestivas, eliminan las toxinas,
estimulan el sistema inmunitario, y algunas de ellas producen vitaminas muy
valiosas, como la B12 y la D.
·
Ya ha sido probado que el desequilibrio de nuestros
inquilinos microscópicos puede ser la causa de varias patologías: nos puede
hacer engordar, predisponernos a sufrir diabetes y alergias, e incluso
favorecer la depresión y los trastornos del estado de ánimo.
¿Microbioma o microbiota?
Hablamos de “microbiota” y
“microbioma”, como si fuesen la misma cosa. En realidad, existe una
diferencia importante: el “microbioma” es el conjunto del material
genético (el ADN) presente en estas especies.
La diferencia es importante, puesto que se ha comprobado que
existe una interacción entre el ADN de las bacterias intestinales y nuestro
propio patrimonio genético, hasta el punto de que, favoreciendo el crecimiento
de algunas bacterias, y no de otras, podemos dirigir nuestro propio desarrollo,
haciéndonos, por ejemplo, menos propensos a padecer determinadas enfermedades.
La alimentación no es el único factor que hay que tener en
cuenta para mejorar y mantener una microbiota sana y eficaz, pero, sin duda, es
uno de los más importantes.
¿Es mejor comer alimentos ecológicos?
Todo lo que introducimos de forma inconsciente con los
alimentos también influye en el equilibrio de la flora intestinal. ¿Qué más
tener en cuenta?
·
Algunos aditivos industriales y residuos de pesticidas
utilizados en la agricultura, además de resultar perjudiciales para la salud,
afectan negativamente al desarrollo del microbiota.
·
Por ello, sería preferible consumir verduras y frutas de
cultivo ecológico o de agricultura integrada: por un lado, se evitan las
sustancias potencialmente dañinas, y por otro lado, se puede contar con el
efecto positivo de los antioxidantes que algunas plantas cultivadas así tienen
en mayor cantidad.
·
La investigación al respecto pone de manifiesto que los
polifenoles (unos de los antioxidantes más presentes en la fruta) contribuyen
indirectamente al crecimiento de las bacterias intestinales
“buenas”, hasta el punto de considerarlas sustancias similares a
los prebióticos.
Cuidado con los nanoplásticos en la alimentación
Hace tiempo que se habla de los posibles efectos de los
microplásticos, minúsculos fragmentos de plástico difundidos en el ambiente y
capaces de entrar en la cadena alimentaria (por ejemplo, a través de algunos
productos del mar). Pero, hoy en día, genera una mayor alarma el posible efecto
de los “nanoplásticos”, fragmentos más pequeños (millonésimas de
milímetro), que pueden incluso penetrar en el interior de las células.
Los consumimos a través del agua y los alimentos y, según
estudios muy recientes publicados en la revista Science Bulletin, la exposición
prolongada de ratones a estos contaminantes puede alterar el ADN de su flora
intestinal, influyendo en la absorción de los alimentos, inflamando las paredes
intestinales, modificando el equilibrio hormonal y el sistema inmunitario.
¿Podría ocurrir lo mismo en seres humanos? Todavía se
desconoce, pero, ante la duda, es preferible reducir al mínimo el uso doméstico
de plásticos y variar la alimentación todo lo posible.
¿Qué tipo de fibra debemos introducir en nuestra dieta?
En materia de alimentación, se considera el
“tormento” de los nutricionistas en los últimos años, sobre todo, a
raíz del descubrimiento de la importancia de la fibra para la microflora
intestinal. Sin embargo, no toda la fibra afecta a la microbiota. ¿A cuál
debemos dar preferencia?
·
Para mantenerla saludable, es necesario apostar por la fibra
“prebiótica”, los denominados MAC (Microbiota Accessible Carbohidrates),
que pueden ser metabolizados por los microbios intestinales, favoreciendo el
desarrollo de los microbios “buenos”.
·
La inulina es la fibra prebiótica MAC más conocida, y la
encontramos en diferentes hortalizas, como la achicoria, la alcachofa, la
cebolla y los tubérculos, así como otras fibras MAC abundan también en las
crucíferas (col, coliflor y brócoli) y en las legumbres.
·
En cambio, la celulosa, que es la fibra más abundante en el
reino vegetal, no influye en la composición de la microbiota, de modo que no
sirve de mucho insistir con los cereales integrales con los que, por el
contrario, conviene moderarse en los primeros años de vida, dada su posible
acción irritante sobre el intestino.
Alimentos enriquecidos: ¿son recomendables?
En caso de estrés, trastornos estacionales, excesos
alimentarios y tratamientos antibióticos, pueden ser beneficiosos los alimentos
enriquecidos con fermentos probióticos, es decir, alimentos a los que se les
han añadido microorganismos similares a los buenos que habitan en nuestro
intestino y que, una vez ingeridos, llegarán vivos y vitales, lo colonizarán y
llevarán a cabo diversas funciones beneficiosas para el organismo.
La investigación sobre la potencialidad de los probióticos
se encuentra en continuo desarrollo, pero ya parecen haberse comprobado dos
efectos comunes: generalmente, mejoran la funcionalidad del intestino y también
pueden reforzar la protección frente a las infecciones. Dicho esto, es
importante recordar que una dieta variada, rica en vegetales, como la
mediterránea, sigue siendo el modelo a seguir también en lo que respecta a la
salud intestinal.
¡Menos azúcar!
La revista científica Science Translational Medicine ha
publicado recientemente un estudio que, trabajando con modelos animales, ha
demostrado que una dieta rica en azúcares favorece la inflamación del intestino
en ratones, precisamente, modificando la composición de su microbiota
intestinal.
Concretamente, la glucosa favorece el crecimiento de algunas
bacterias capaces de dañar la capa de moco que protege la pared intestinal. La
menor protección permitiría a las bacterias y las toxinas sobrepasar más
fácilmente la barrera intestinal y, en consecuencia, causar un estado
inflamatorio. Un motivo más para controlar el consumo de azúcares y no incentivar
la pasión por el dulce en nuestros niños.